miércoles, 11 de abril de 2012


-Galletas, azúcar, aceite, harina… Llevar a los niños al dentista a las 6, llegar a casa, bajar a Toby a dar un paseo, empezar a hacer la cena…-
-¡Basta!- gritó Muerte desde la cama – ¿Se puede saber qué narices te pasa, Sarah?- No trató de ocultar su enfado y su voz sonaba gutural.
-No… no lo sé – dijo Sarah entrecortada- Limpiar los baños, hacer la colada, no sé que me está pasando, hablar con la vecina sobre el nuevo novio de la chica del primero, sólo sé que empezó cuando escribí aquella historia y ahora no me dejan de asaltar pensamientos… Mirar si el perro ha hecho “ya sabes qué” en la nueva alfombra, de todas las personas en un radio de 500 metros a la redonda ¿ves? – Sarah sonaba bastante asustada.
-¿Y no tenías otra hora para empezar con tus problemas psicológicos?- dijo mientras se dirigía al baño a ponerse en orden un poco la cara.
-Perdóneme usted, yo nunca le molesto cuando yo estoy durmiendo y usted se dedica a dar vueltas por el despacho con un café, comprar un desatascador porque el niño no deja de tirar soldaditos por el fregadero. Por Dios, ¡que alguien me saque esto ya de la cabeza!- esto último lo dijo casi como un grito ahogado, y empezó a sollozar muy débilmente.
(Nota para alienígenas, informáticos y gente extraña vestida de negro y con gafas de sol que no usan máquinas de escribir: las máquinas de escribir sí saben llorar, en el fondo son bastante sentimentales, la campanilla de aviso de fin de carril es una manera de ocultar sus sollozos cada vez que terminan de escribir una línea. Ésa es una de las razones por las que la mayoría acaba en el psicólogo.)

Por suerte para Muerte en aquellos momentos, Sarah tenía la campanilla de fin de carril estropeada desde que en 1985 un guionista de cine semiborracho se la hubiera arrancado.



Mientras, no muy lejos de allí, Eric paseaba. Hacía unas horas que había firmado un contrato de trabajo por una generosa cantidad y las cosas parecían marchar bien.
Durante la firma del contrato había notado algo extraño en todo aquello, pero después de que una secretaria de bastante buen ver entrara en el despacho con una botella de whiskey añejo y un sobre con sus honorarios limpios anuales, toda duda de Eric había desaparecido por arte de magia.
De vuelta en su apartamento, Eric había hecho un par de llamadas, había encargado un traje y decidió vender su pequeño apartamento en el centro para buscarse algo mejor (- casi soy millonario-  pensaba mientras la inmobiliaria tasaba su piso)
Llegó un mensaje a su nuevo y flamante teléfono móvil indicando una dirección y una hora adjuntando una nota de bienvenida por parte de la empresa.
Y así fue como Eric vestido de negro impoluto, unos mocasines italianos (de su padre), y un maletín (sin nada en su interior, pero al menos le daba apariencia de alguien importante), paseaba tranquilamente por la ciudad.
Divisó el edificio principal, comprobó la dirección un par de veces y accedió al interior. Una chica menuda saludó desde una mesa mientras hablaba con unos auriculares acerca de un compromiso que había sido cancelado. Eric le devolvió el saludo y se acercó al ascensor.
Una vez dentro de él, pulsó el botón de la 7ª planta y comenzó a subir mientras se escuchaba una versión bastante funky de “What a wonderful World”.
Un frenazo brusco despertó a Eric de su letargo mental, había llegado a su destino. Mientras se acercaba a la puerta, unas voces llegaron desde detrás de ésta:

-Deja de llorar mujer, que tampoco es para tanto, iremos al médico…-
-Ya no es eso, ¿se habrá acordado de nuestro aniversario?, es simplemente que se me ha atascado la tecla y ahora tampoco puedo parar de llorar, tengo que llamar a la peluquería. – se podía detectar el metal dentro de la voz.
-Déjame mirar a ver si yo puedo solucionar algo- el cerebro de Eric se negaba a detectar nada de esta voz.
-No me gusta que me toques ya lo sabes, que coche más bonito ¿cuánto costará?, déjame en paz, suéltame, gritaré si no me haces caso… Como se entere mi mujer de que he vuelto a fumar no sé que me hace, bueno el último. ¡Suéltame cerdo! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! –los gritos resonaron desde dentro del despacho.

Eric se armó de valor, hinchó de aire los pulmones y entró en el despacho al grito de ¿Pero qué demonios está pasando aquí…? Y la voz se ahogó.

El despacho parecía sacado de una revista de decoración de los años 20, el tono ocre de las paredes, los muebles clásicos bastante desgastados por el uso de generaciones de esos pequeños seres que se dedicaban a pintar, morder y arañar cualquier superficie (siempre directamente proporcional a su valor material o sentimental para el susodicho dueño)
Y allí en el escritorio principal, iluminado por la luz de la tarde, un individuo estaba forcejeando con su víctima… O al menos usaba la máquina de escribir como herramienta para… Pero no parecía que hubiera nadie más… Los cortocircuitos en el cerebro de Eric habrían causado una hecatombe nuclear en cualquier ciudad pequeña.
-Disculpe, ¿usted es…?- el rostro del agresor ya llevaba unos segundos contemplando a Eric.
-¿Está sólo? ¿Dónde está su víctima? Les he escuchado perfectamente discutir desde detrás de la puerta- dijo Eric tratando de sacar su lado más policíaco (lo había visto en la televisión pero en la vida real fallaban las frases ingeniosas)
-Te han preguntado quién eres, lávese las manos después de usar el lavabo, haz el favor de contestar a la pregunta, este idiota quién se ha creído que es- Muerte dirigió una mirada a Sarah, ese último pensamiento había sido suyo y eso ya no le divertía.
-¿Quién ha dicho eso? ¿Dónde está? Tranquila, todo ha acabado- Eric había reconocido la voz de la “víctima”, pero cada vez lo tenía menos claro.
-No sé bien quién eres, ni qué narices haces aquí, pero dada tu osadía para entrar en este despacho, te lo contaré. Me llamo Muerte, la placa del despacho está reparándose; también conocida como Parca, Fin de la Vida, Ocaso de los Vivos… etcétera. Tu “víctima” se llama Sarah, es una máquina de escribir (sí, ésa que ves encima de la mesa) que ahora mismo está atravesando por una época un poco especial. Ya sabes, crisis existenciales, robos de identidad, algo típico para ella. No tengo ni idea de quién eres, así que espero una explicación… y era para ayer- Muerte se acercaba lentamente hacia Eric, y Eric notaba como los ojos de aquel desconocido (¿Muerte era su nombre?) brillaban y todo a su alrededor iba perdiendo luminosidad.
Eric se desplomó, perdiendo el conocimiento mientras golpeaba el suelo con la cabeza. Lo último que escuchó era una voz metálica que llamaba bruto y descortés a aquel individuo que aseguraba ser la Muerte.
-Esto no me lo imaginaba así- fueron sus últimas palabras.

martes, 3 de abril de 2012

Antes de dormir


-Buenas noches… creo que me iré a dormir un rato, menudo día he tenido- dijo Muerte entrando en el despacho.
Mientras se acercaba al escritorio donde estaba Sarah, ella intentaba esconder un manuscrito con poco éxito.
-¿Qué es eso? Sarah… ¿Qué es? - dijo Muerte sin quitar la sonrisa (algo tampoco muy complicado para él/ella)- Déjame echarle un vistazo.

Muerte cogió las hojas de debajo de los rieles de Sarah, y empezó a leer… “El bar del olvido”, siguió leyendo y cuando concluyó, miró a Sarah y  dijo:
-No está mal, un poco deprimente ¿no? Me recuerda a un tipo que conocí a principios del siglo XIX, decía que era existencialista o algo así. No era mal tipo, un poco pesado porque estaba todo el día diciendo que quería morir, y cuando fui a buscarlo no dejó de quejarse hasta que lo llevé a la fábrica. Era… Como mirar un cielo gris plomizo un día de tormenta, pero con forma de enano- concluyó.
-Realmente yo no lo escribí- reconoció Sarah en un arranque de sinceridad-, Agradezco el piropo, pero yo sólo puedo transcribir pensamientos de la gente que se encuentra a mi alrededor. Fue un joven que pasó por la calle con cara de concentración y bueno, antes de que dejara de pensar en ello, decidió escribirlo a través de mí. Ahora que lo pienso, él no sabe nada, entonces, no lo decidió él, lo decidí yo… ¿Tú crees que se lo he robado?- dijo Sarah moviendo las teclas de una manera armoniosa.
Para Muerte el hecho de tener una máquina de escribir mágica del s.XVIII que hablara, ya lo consideraba algo digno de contar en una cena con amigos; pero, que su máquina de escribir sufriera crisis existenciales por creer que roba los pensamientos de los demás ya le parecía algo digno de contar a un buen psiquiatra.

-Bueno, si viene uno de esos tipos del juzgado vestido de negro con un maletín, se habrá dado cuenta, mientras…- dijo Muerte mientras se servía un café.
-Confío en que no aparezca nadie así, sólo imaginármelo me dan escalofríos y con la edad que ya tengo no estoy para que se me caigan más teclas…- dijo Sarah.

Muerte sacó su pequeño bloc de apuntes, (nada de magia por favor, había pedido cuando entró a la papelería ese día) y empezó a escribir:

“Día X de mes Y del año Z” (no es que tuviera un método propio de calendario, una de las ventajas de ser Muerte es ese estado tan parecido al de los estudiantes durantes las largas vacaciones veraniegas).

“Hoy conocí a una persona curiosa. Me llamaron para ir a buscar un alma cuyo cuerpo había sido arrollado por un camión cisterna cerca de una parada de autobús. Según parece, estaba esperando el autobús cuando ocurrió.
Me acerqué a ella y lo único que me preguntó fue: -Oiga, ¿cuántos minutos faltan para que llegue el 4? He quedado dentro de una hora, pero parece que no pasa- me dijo mientras miraba su reloj.
-Sí, hola, cómo le explico esto… No creo que pueda usted montar en el autobús. ¿Ve ese camión de ahí? Ha pasado con 4 de sus 6 ruedas por encima de su cuerpo- ¿Cómo le explicas a alguien que acaba de morir si sólo se preocupa de llegar a tiempo a los sitios?

Nota mental: Debo ser más convincente.

Al final, acabamos hablando de su vida.

Resultó ser un ejecutivo en horas bajas, le habían despedido de su trabajo hacía un par de semanas y estaba esperando para conseguir un empleo de repartidor de publicidad en unos grandes almacenes. Un tipo simpático, todo hay que decirlo.”

Mientras escribía notó un ligero ronquido que provenía de su mesa. Sarah ya estaba durmiendo plácidamente. Muerte se acercó, y aunque tentado de grabar la prueba del delito (Sarah siempre negaba rotundamente que una máquina de escribir era incapaz de roncar, y mucho menos una señorita como ella); decidió dejar la travesura para otro día, también tenía ganas de dormir.
-Buenas noches mundo- dijo mientras miraba a través de la ventana.
Desde allí la visión de la ciudad era espectacular, cualquiera sería capaz de descubrir cosas interesantes desde aquella ventana. Muerte clavó sus ojos en un punto fijo, suspiró y cerró las cortinas.
Hacía ya tiempo que no apuntaba nada en su cuaderno; lo hojeó durante un rato mientras estaba tumbado… Demasiadas notas, y nada claro.

No muy lejos de allí, un chico aceptaba un puesto de trabajo en una misteriosa empresa. Su nombre era Eric Fibonacci.

martes, 27 de marzo de 2012

El bar del olvido.



Viernes por la noche. Suena el teléfono y mi mujer, medio dormida ya en el sofá, avanza torpemente entre mantas y cojines hasta llegar al teléfono.

¿Sí…? – dijo adormilada.
-Sí, ya se pone, un momento – acto seguido me pasó el auricular – Es tu jefe desde la oficina.
-¿Otra vez? –Respondí yo- A ver que quiere el gili… -
-Sh, calla que te puede oír- dijo mi mujer clavándome el codo entre las costillas

-Diga Sr. Pérez ¿Qué ocurre?- poniendo el tono uniforme de oficinista, mientras me resentía del golpe en el pecho.
-Hombre, me alegro de escuchar su voz, ¿es un mal momento?- dijo mi jefe, un hombre con 70 años que tenía una voz de uno de 25 después de una larga noche de borrachera.
-Bueno, la verdad es que estábamos viendo…
- Perfecto, tengo una proposición: ¿les apetecería a su mujer y a usted cenar mañana en mi casa del pueblo? Es mi manera de felicitarle por la gran operación que ha hecho esta mañana-dijo, sin esperar a que acabara la frase.
-La verdad es que sí nos haría ilusión y, ¿dónde dice que está?- mientras pensaba para mis adentros: “Si se dejara de tanta cenita y me pagara ya el sueldo atrasado que me debe desde hace dos meses, maldito hijo de pu…”
–Sh, que te puede oír- dijo otra vez mi mujer clavándome otra vez el codo entre las costillas.
¿Pero cómo era posible que me leyera el pensamiento? A esto debía referirse mi padre cuando me explicó en qué consistía el matrimonio… Bendición Divina…
-No me esperaba menos de usted, un vendedor inigualable, anda que cómo engañó a esos primos para venderle esa ruina de casa- una carcajada caballuna sonó desde el otro lado del auricular, una carcajada llena de tabaco y otras sustancias que prefería no saber- Pues mañana entonces a eso de las 9 de la noche en mi casa. Les envío la dirección a su ordenador. Y una cosa, no hace falta que traiga vino, van a probar el que hago yo… Algo insuperable, ya lo dijo mi cuñado, ¿nunca le conté la historia cuando vino desde Francia con Sarkozy sólo para probar la uva de mis viñedos? Bueno le cuento, esto fue hace como dos años y la verdad yo….
Clic. Colgué.
 Mi jornada de peloteo insoportable hacia mi jefe duraba de Lunes a Viernes de 9 de la mañana a 3 de la tarde, una hora para comer y retomaba la rutina de 5 a 8. Horas extra no incluidas en el contrato.

-¿Tenías algo planeado para mañana? –y sin dar tiempo para que mi mujer contestara continué -Pues cancélalo, hay que ir a cenar con mi jefe a su “casita” del pueblo. ¿Sabes lo que te digo? Que me voy ya a la cama, quiero desconectar del mundo durante un rato. Sea lo que sea, no me despiertes- me giré para darle un beso en la mejilla al rostro enfadado de mi mujer y poniéndome las zapatillas me dirigí al cuarto de baño.

Sentado en el cuarto de baño, escuché que otra vez sonaba el teléfono.
-¿Sí? No, no se preocupe, mi marido ya se fue a dormir… sí, debió perder la cobertura, ¿Qué llama desde un fijo? Pues no sé, las líneas se colapsarían, todo puede ser… Sí, sí, mañana estaremos allí, muchas gracias por la invitación, sí, un saludo a usted y a su señora… ¿Qué se han divorciado? Lo siento mucho… -y un interminable intercambio de saludos, peloteos y tonterías varias que yo ya había cumplido con creces durante esa semana, así que era cosa de mi mujer.

Al cabo de 10 minutos, mi mujer llamó a la puerta del baño:
-Cariño, ¿qué haces? Llamó tu jefe, que dice que ya tienes la información en tu e-mail y que deberíamos hablar con la operadora de teléfono porque la llamada se cortó y no piensa que tú le hayas colgado. Bueno, yo me voy a la cama. Te espero allí- sus pasos retrocedieron hasta el pasillo y escuché como encendía la lámpara de la habitación y se metía en la cama.
-Por cierto, hoy nada de sexo que mañana tengo que madrugar, así que ni lo intentes, además estoy cansada y me duele la cabeza, ¿vale?- cómo no, esa información era de vital importancia que aparte de mí, también la conociese media comunidad de vecinos, dado el volumen de la voz.
-Como si me importase, la última vez que tuve la sensación que estabas desnuda, creo que aún vivía con mi padre- pensé para mis adentros.

Y ahí estaba yo, mirándome al espejo, sin saber muy bien ni qué hacer, ni cómo, ni porqué, sólo hacía las cosas que más o menos me parecían correctas. En esos momentos de gran lucidez y concentración mientras mantenía la poca compostura que me quedaba sentado en el retrete, recordaba mi juventud; cuando decía a mi padre: “Papá, papá, yo de mayor voy a ser…” y “Papá, papá, te presento a mi novia” y “Papá, papá, ¿me avalas? Es que nos vamos a vivir juntos y queremos un piso”.

Una cagada tras otra.

No es que hubiera llevado una mala vida, ni mucho menos, sino que no sentía que fuera MI vida. Sentía que era la vida del protagonista de una mala película de Serie B o de algún libro existencialista deprimente.

-Bueno, habrá que dormir- pensé mientras me levantaba del retrete, miraba el avance inexorable de las entradas en mi cabeza y guardaba el cepillo de dientes en su capucha.


A la mañana siguiente, me despertó otra vez el dichoso teléfono:
-¿Sí?- dije visiblemente enojado.
-Buenos días, espero que no se haya olvidado de nuestra cita esta noche, ¿ya revisó su correo?- dijo mi jefe mientras se escuchaba por detrás un ruido sospechosamente femenino asociado a aquello que la gente denominaba sexo matutino.
-Son las 7 de la mañana…
-Las 7 y cuarto, para ser exactos- espetó mi jefe.
-Bueno, sí, las 7 y 16 según mi despertador. Y no, no he revisado mi correo, no he hecho nada…. Sí, allí estaremos no se preocupe…. Sí, puntual. Un saludo -colgué antes de que empezara con algún tipo de historia absurda sacada de su febril mente-
-¿Quién era?- dijo mi mujer mientras se estiraba como un gato en la cama.
-Mi jefe… no sé si realmente quería hablar conmigo o tenía ganas de tocar las narices. Voy a hacer café ¿quieres?...-Silencio- Que voy a hacer café, ¿te apetece?... Cariño…
-un ligero ronquido salió de sus labios -Sigue durmiendo anda- dije mientras buscaba las zapatillas.


Encendí la radio. La insulsa voz de un pobre desgraciado que tenía como trabajo dar las noticias locales a las 7 de la mañana de un sábado, decía con voz insulsa:
“Encontrado cadáver de hombre mayor, de unos 70 años en su casa de fin de semana. No se descarta la posibilidad de ser un robo, o de un ajuste de cuentas dada la violencia del crimen. Seguiremos informando”.

A la media hora sonó el timbre de la puerta. Con el café ya frío en una mano, el periódico en la otra con el crucigrama a medio resolver y mi batín azul de rayas grises me dirigí pesadamente hacia la puerta.

-Buenos días, policía, abra la puerta-dijo el que ya se autodefinió como “poli malo”.

Abrí la puerta, sorprendido, mientras miraba el número de placa de los dos policías vestidos de paisano que había en la puerta.

-¿Podemos pasar? Tenemos una orden de registro para esta casa, será mejor que se vista, debe acompañarnos a comisaría para que responda a unas preguntas- dijo el que se autodefinió no como “poli bueno”, pero al menos como “poli algo menos malo”.
-¿Yo? Pero si me acabo de levantar. Señores agentes, no he hecho nada malo; si les soy completamente sincero, no he hecho nada en toda mi vida- dije mientras mi esposa hacía acto de presencia en la entrada.
-¿Cariño? ¿Quién es esta gente? ¿Qué quieren de ti? Seguro que has hecho algo, si es que ya me lo decía mi madre: “Cásate con otro, que éste es mala gente”, pero ¡confiesa! ¿Qué has hecho? Hay que joderse, ahora que le digo yo a los vecinos, ¿eh? –gritaba mientras uno de los policías hacía ademanes para que se callara e intentaba alejarla de la escena.

Observé a toda la multitud de gente que se agolpaba en la puerta del portal; esa gente que cuando llega la televisión afirman en todas las cadenas: “Nadie se imaginaba que fuera a hacer algo así, si siempre saludaba”.
Y así fue como me vi sentado en el incómodo asiento de atrás de un coche patrulla a punto de jubilarse. Mientras avanzábamos por las calles rumbo a la comisaría, pasamos por delante de un tugurio de mala muerte. Su nombre rezaba algo así como “El bar del olvido”.
-Ojalá existiera un mejunje que hiciera olvidar- pensé.



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En el interior de dicho bar, un camarero de color grisáceo y fumando una colilla que había perdido el título de colilla hacía ya dos semanas, servía un cóctel a un alto ejecutivo despeinado y con la camisa llena de sangre.
-Esto te hará sentir mejor, tranquilo- le dijo a su cliente mientras le brindaba el vaso.
-Que Dios te oiga… - acto seguido, se lo bebió de un trago poniendo un gesto de asco.
-Precisamente Dios no, pero bueno… y sin ánimo de ser indiscreto, ¿qué era exactamente lo que quiere olvidar?- dijo el camarero mientras pasaba un trapo sucio por encima de la barra.
-Hace una hora maté al dueño de una inmobiliaria en su casa del pueblo… Se llamaba Adolfo Pérez o algo así… Fue un accidente se lo juro. Aquello se nos fue de las manos… Joder, ¿pero qué he hecho? Había invitado a un empleado a cenar a su casa… Joder, debería llamarle al menos para cancelar la cita- dijo mientras se frotaba las manos nerviosamente.
-Bueno, bueno,  ya está, ahora váyase a su casa, que su mujer ya se ha despertado y el café se va a enfriar- le dijo el camarero mientras sonreía con su sonrisa amarilla y desdentada- A esta invita la casa, pero ya le pediremos algo a cambio- la campanilla de la puerta sonó y el ejecutivo salió del bar, rumbo a su casa.


Por el camino le venían pensamientos que nunca había tenido, se veía a sí mismo hablando con su padre diciendo: “Papá, papá, yo de mayor voy a ser…”, “Papá, papá, te presento a mi novia” y “Papá, papá, ¿me avalas? Es que nos vamos a vivir juntos y queremos un piso”.

Y a él, un alto ejecutivo con una carrera brillante, poco a poco su sonrisa de triunfador se fue difuminando y cuando entraba por el portal, con los restos del operativo policial aún en las inmediaciones, en su cabeza resonaba un pensamiento cada vez mas cercano:

Una cagada tras otra.

sábado, 8 de octubre de 2011

Se acabó el descanso

   Después de todo este tiempo, he decidido volver a mi blog. Los que ya lo conocéis notareis un cambio bastante grande.
   Ya iba siendo hora de volver a la carga y volver a poner mis relatos aquí. Seáis todos bienvenidos al nuevo comienzo de una nueva etapa.


Un abrazo grande

viernes, 18 de febrero de 2011

   -¿Un café? ¿Una manzanilla? Mmmm... ¿Un whisky? Bueno, al menos dime algo muchacho, no sé... No tengo toda la noche para estar contigo, ¿lo entiendes? Toma otro pañuelo anda...- Muerte estaba mirando al chico con cara lastimera, pero había que reconocer que llevar llorando 47 horas por SU propia muerte lo consideraba cuanto menos, ilógico.


   La verdad es que ya habían avanzado algo, en los primeros 134 minutos, Stan, como decidió llamarle la Muerte ya que según el? ella? (bueno ahora eso da igual) tenía cara de llamarse Stan, había sido capaz de moverlo desde la zona de la mesa del comedor hasta el sofá, 134 cms. centímetro arriba centrímeto abajo. Eso no daba una buena velocidad punta, pero, era algo.


   -No es culpa tuya que te haya pasado esto, simplemente ha sido el destino, o como decimos en mi empresa, Su Turno Gracias. Es algo que todos pasamos por ello, no es agradable, pero a mí me pagan por llevaros desde aquí hasta la sede central. Sólo soy el mensajero... Así que por favor, vamónos, el móvil no deja de sonar y yo no puedo hacer nada por ti, lo hecho hecho está-
   -¿Peeeggo, pogjqué ioo? Ioo solo egga un muxacho enamogado y .... (varios intentos de aclarse la voz y 2 pañuelos gastados después) estaba enamorado de mi chica y la iba a pedir que nos casáramos e ibamos a ser felices e ibamos a tener perro y gato y casa y coche y una habitación para los niños y una vida bonita y... y... y... y.. (3 pañuelos después) iba a ser feliz. ¡No es justo!
   -¿Y yo qué quieres que haga? A mí me han mandado hoy las tareas y me han dicho: "A las 20:00 tendrá lugar un desgraciado accidente en la calle tal, el número tal. En caso de desmembramiento y/o pérdida de alguna parte del cuerpo de la víctima, llame al Número de Objetos Perdidos XXXXXX y ellos se pondrán en contacto con usted. Atentamente: El que le paga".
   -Ya, ¿y ahora qué? Ella se va a quedar sola y herida y mal y no va a poder casarse nunca y no va a ser feliz y... y... y... (se acabaron los pañuelos así que tiró de periódicos), y será una desgraciada toda su vida.
   -Ya, se acabó mi paciencia, llevamos así 46 horas, tengo 247 encargos más, así que te seré franco. Los humanos teneis la capacidad de olvidar las cosas, de sobreescribir vuestra memoria, estará dolida, pero se le pasará, será feliz y volverá a enamorarse y tendrá 2 hijos. Además de un loro, 2 gatos y un perro. ¿Eso quieres escuchar? Pues ya está, ¿nos vamos?
   -Vale, de acuerdo- (cuando se acaban los pañuelos y se usan periódicos, los berrinches suelen durar menos, está comprobado)- Vamónos, pero ¿podré volver a verla? Porque esto en las películas pasa, ¿no? Luegos nos reencontramos y somos felices.
   -Sí, sí, os volvereis a ver... Pero con paciencia. Viendo la situación, he pedido un informe para ver cuándo iré a buscar a tu "amada", dame unos segundos... ¿Tienes un ordenador con Internet? Me lo mandaban al e-mail y me he quedado ya sin batería....


   Muerte se acercó al ordenador, intentó recordar las clases magistrales dadas por el inventor de la infóormática hace unos 60 años de cómo encender un ordenador. Todas sus neuronas estaban trabajando al unísono en descubrir la palanca que lo encendiera... tras 10 minutos, Stan (con ese nombre ya se quedó el muchacho), le sugirió que lo manejara él. Con mueca de rabia, le cedió el puesto.
   -Sí, métete en esta página y aquí en esta pestaña... ahora mi usuario y contraseña... (loading).... (loading).... (loading)....(loading).... F5... (loading)... oye, ¿porque no reinicias el router? Ya. Perfecto, mete el nombre de tu novia... No esa no, esa es de otra dimensión paralela, esa tampoco, esa lleva muerta 200 años así que no creo, esa no, esa es un perro, AHÍ! No me fastidies... Lo siento, de verdad.


   Y así fue como el novio acompañó a Muerte hasta la Sede de las Almas S.A. sabiendo que nunca volvería a ver a su novia... Cabizbajo, entró por las 2 grandes puertas de metal y se perdió entre el gentío, máquinas de escribir parlanchinas y otros inventos para no volver a salir de ahí en toda la eternidad.

miércoles, 12 de enero de 2011

   Había vivido ese momento durante tanto tiempo... había pensado durante tantas noches como lo iba a hacer... Le sudaban las manos, el corazón acelerado, los nervios a flor de piel... Delante del espejo, tantas y tantas horas había preparado el discurso que tenía que dar.
   La noche había empezado bien, el vino estaba en su temperatura ideal, la cena lista, las velas preparadas... El catering había sido caro pero valía la pena... Todo estaba listo.
Se miró al espejo, se retocó el pelo, maldito pelo rebelde ni hoy me tienes que hacer caso, bueno así vale. Sonó el timbre, abrió la puerta y allí estaba ella. Radiante, sonriente, con un vestido espectacular...
   Bueno, allí estaba ella, todo era perfecto, pero... Mierda, falta hielo, bueno bajaré un momento, ¿me esperas cielo? Sí, ahora mismo vengo, sí sí tardo un minuto. Dame un beso, te quiero.
   Cenaron, todo fue perfecto, la velada fue todo lo que él deseó, romántica, alegre, bonita, en una palabra: memorable. Llegó el momento, se arrodilló a su izquierda, sacó la cajita de terciopelo y dijo lo que llevaba años queriendo decir desde que la conoció: ¿Quieres casarte conmigo?
   -Hombre... me siento halagado pero sería un poco raro, ¿no crees? - esa voz le dejó paralizado -No te has enterado, ¿verdad? Joder, mira que me fastidia este tipo de encargos. Lo siento chaval...
   -Pe... pe... pe... pero, pero ¿tú quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿QUIEN COJONES ERES? ¿Dónde esta? ¿Le has hecho algo? Como le hayas hecho algo, juro por Dios que te mato
   -No te alteres, pero sí empezamos así tendré que ser franco, TU eres el que ha muerto, llevas muerto ya dos horas... Todo esto es producto de tu imaginación. ¿Y quién soy yo? Mmmm... Muerte, parca, el final, ocaso de los vivos, antiguamente Caronte y un montón de nombres mas... Lo siento muchacho
   Lo peor de ser Muerte es ver como los sueños humanos se convertían en polvo, nunca lo había llevado bien... aunque creo que esta vez se habían pasado con el encargo... Debía una conversación al muchacho, estaba en estado de shock e intentar hablar con él en este estado sería igual de fructífero que intentar barrer el desiero del Sahara con un cepillo de dientes...
   -Venga, vamonos, demos una vuelta, no me puedo entretener mucho tiempo porque he quedado con mi hermano pero debes saber muchas cosas -Muerte intentó ser lo mas humanamente posible y comprensivo- Tienes que saber muchas cosas y estoy aquí para contartelo, pero por favor ¡reacciona!   

lunes, 27 de diciembre de 2010

   Repasemos... Escritorio.. listo, máquina de escribir automática... listo, (la verdad es que no sé quien me la regaló o si ya estaba aquí cuando yo llegué)... Café... ding... Listo. Empecemos.

   En busca de la felicidad... Muerte dictó a Sara (así bautizó a su máquina de escribir el primer día que la encontró en su escritorio cuando distraídamente se apoyó encima de ella y ella le respondió: ¿No me vas a invitar a cenar antes o qué?). La verdad es que para redactar informes era muy buena, pero era la primera vez que escribía algo por placer y no sabía cómo iba a salir la experiencia.
   Bueno, sigamos... En busca de la felicidad... en busca de la felicidad...mmm me falta algo ¿humana? No, humana no cuando yo también la estoy buscando...Intentemos con otra cosa. Se dispuso a pulsar ctrl + alt + supr, pero Sara que ya le veía con las intenciones le dijo: Recuerda, soy de 1890 eso conmigo no funciona, además si me dices Borra lo escrito, acabamos antes.
Cierto, Muerte era de esos seres que no distinguía aún muy bien entre tecnología y magia. Bueno, prosigamos... Será empecemos, te recuerdo que llevas ya una hora y no has pasado del título. Mi antiguo dueño, un famoso escritor británico decía que siempre era primordial escribir el título antes de empezar a escribir. Sara le miró con una sonrisa maquiavelica con la ausencia de algunos dientes gastados por el uso. Total, pensó Muerte, escribe sola.
Quiero hacer un libro acerca de las experiencias que me cuentan las distintas personas que he conocido y me cuentan cómo fue su vida, quiero imbuirlas todas en un libro para que no me sorprendan, para que no me extrañen sus reacciones. Y, si te soy sincero, después de los 20 hinduistas de esta tarde... Me he dado cuenta que me estoy haciendo mayor y que necesito escribir mis memorias.

   Muerte se quedó mirando a la puerta de su despacho. Sr./Sra? Muerte, decía la chapa clavada en la puerta. Nunca entenderé eso, se supone que soy un ente sin sexo. Estoy hart@? de que los humanos me intenten poner sexo. Mierda, después de tanto tiempo yo tampoco sé como hablar sobre mi ser? persona? Joder, necesito otro café.

   Mientras se servía el 3º café de la tarde, recordó lo surrealista que había sido ese día. Primero, hablando con un niño que había nacido muerto, y después... mejor no recordarlo, simplemente la imagen de 20 personas con el pelo rapado y con cartelitos en la espalda acerca de qué animal querían reencarnarse en su próxima vida le levantaba dolor de cabeza.

   No era tan complicado, era lo que todo el mundo teme... La grandiosa, omnipotente e omnipresente Muerte pero cuando se levantó hace una semana una duda atravesó su cabeza: ¿Podré ser feliz? Y desde ahí ya todo fue a peor...
Bueno, no todo puede ir mal, las cosas se arreglan solas no? Soy una máquina de escribir, no tengo ni alma ni sentimientos y sinceramente, no me interesan tus dudas existenciales. Muerte se sintió estúpido de que la única manera de comunicarse con alguien que no saliera corriendo (si es que podía, aun recordaba el caso de aquel pobre tipo partido en dos), encima de ser una máquina de escribir era imbécil.

   Miró su reloj... mmmm según el Meridiano de Greenwich son las 4 de la mañana... Dormiré un par de horas y volveré al trabajo. Se dispuso a irse a dormir cuando sonó el teléfono... ¿Sí? Hola hermanito, ¿nos podemos ver? Necesito hablar contigo... Y así como vino el sueño, se fue y Muerte sabía que mañana sí que iba a ser un día duro...


   Encima de su escritorio, Sara escribía una frase en un folio en blanco. Quiero ser feliz, pero no tengo ni idea de cómo se hace... Memorias de una Muerte